Todavía recuerdo las tardes que pasaba junto a mi padre, en el pequeño salón de la casa, viendo películas a las cuatro de la tarde de cualquier domingo. Recuerdo escenas y nombres tan característicos y particulares como Paco Martínez Soria, Concha Velasco, Gracita Morales o Lina Morgan. Pero si hay algo que subyace en mi memoria son los momentos en los que empezaba el destape y mi padre cambiaba de canal. Esas escenas tan recatadas en sus primeros momentos, donde enseñar la lencería femenina se convertía en todo un reto para actores y directores. Estamos tan acostumbrados a ver violencia y sexo sin tapujos y muchas veces mezclados que no valoramos las mil y una peripecias que los grandes del cine han tenido que hacer para estar donde estamos. ¿Hemos perdido el pudor o la vergüenza? No pretendo que se me tache de puritano, pero en ocasiones la poca sensibilidad que me queda hecha de menos el amor cortés sin tener que recurrir a una comedia romántica al más puro estilo de Julia Roberts. Tal vez soy un romántico empedernido. Tal vez todavía me quede algo de humanidad.
Juan Carlos Vílchez Galán
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