miércoles, 9 de abril de 2008

Un país pequeño y un gran bodrio

De lo visto hasta ahora en la sección oficial del Festival, aparte de la consabida fiebre Silvestre que ha atacado la alfombra roja como un germen virulento, encontramos buen y mal cine. Paisito es una de las mejores películas vistas hasta el momento. La historia de dos jóvenes que se reencuentran en la España del siglo XXI para recordar el Uruguay de los 70 que los separó. Así, recuerdos infantiles se mezclan con corrupción política, los tupumaros, las ansias de revolución y la ternura de la infancia. Ella, hija de militar uruguayo. Él, hijo de zapatero español, un espléndido Emilio Gutiérrez Caba que nos confesó sentirse extraño al rodar un país que, en el fondo, no debería sernos tan ajeno. Magnífica banda sonora, ternura y cierto aire de nostalgia para una película que tarda en arrancar pero que encuentra la emoción a lo largo de su irregular camino narrativo.
También el lunes nos encontramos con Bienvenido a Farewell-Gutmann, película de Xabi Puebla con Ana Fernández o LLuís Soler en el reparto. Cercana a una pieza teatral por la escasez de localizaciones y de actores, la película baila entre la tensión de El resplandor de Kubrick (con una intención claramente diferente ya que no se trata de terror al uso sino de terror empresarial ante la muerte del jefe y su déspota sustituto) y el surrealismo de Lynch gracias a uno de los personajes. Visualmente más austera que cualquiera de las películas de esos dos genios, la cinta critica la ambición profesional a cualquier precio y el corporativismo empresarial mal entendido. No deja de ser una propuesta interesante.
Todo lo contrario se ouede decir de Proyecto dos, de lejos, la peor película vista hasta ahora. Dirigida por todo un experto en televisión, Guillermo Groizard, este thriller dio lugar a numerosas comparaciones con el cine americano. Sus autores se negaron a etiquetarla con el nombre de un país, pero es innegable la influencia de El caso Bourne o cintas de parecido corte en las que un hombre corriente(científico de profesión en este caso) se ve envuelto en algo que se le escapa de las manos y que en la película tiene mucho que ver con la clonación. Montaje barroco, subrayados innecesarios en la banda sonora o agujeros de guión notables son algunas de las razones que se pueden esgrimir para verle pocas posibilidades de cara a los premios gordos.
La anécdota la deja la proyección accidentada de Bienvenido a Farewell-Gutmann. Dos cortes, uno de ellos de hasta diez minutos de duración, mostraron que el equipo del festival es humano y que perdonar a las másquinas que lo hacen posible (el proyector en este caso) es divino.

REPORTERO CINÉFAGO

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