Hoy cumple 80 años y sigue siendo la estrella infantil más famosa de la historia del cine. Shirley Temple supo que había perdido su infancia el día que, a los seis años, el Papá Noel de unos grandes almacenes le pidió un autógrafo. La Fox calculó que tenía unos cincuenta rizos en su cabello y los explotó hasta convertirla en su actriz más rentable durante los años 30. La pequeña coronela, Heidi o La princesita fueron algunos de los títulos que la encumbraron. Sabía cantar, bailar y ser encantadora y así es como conquistó al público que pasaba hambre y penurias durante los difíciles años de la Depresión. Como todo niño, se vio condenada a crecer, y ni su colaboración en Fort Apache le garantizó una carrera adulta. Setenta años después de que sus películas se estrenasen, el almíbar que había en ellas es más evidente que nunca, pero quizá se suaviza al conocer la carrera política que la Temple mujer llevó a cabo. Republicana convencida, fue embajadora de Estados Unidos en Checoslovaquia y amiga de Reagan y Nixon. Este sábado, sus rizos y su voz tendrán un hueco en Canal de estreno.
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