sábado, 12 de abril de 2008

Son adorados, son calumniados, como dioses de barro

Ya lo decía Victor Manuel en su canción Cómicos: duermen vestidos, viven desnudos y beben la vida a tragos. Sobre todo si se llaman Miguel Ángel Silvestre. Adorado y deseado lo hemos visto a él y a otros por millones de adolescentes gritando eufóricamente. Algunos, como Martiño Rivas o los chicos de Física o Química, venían como reclamo televisivo y publicitario, a la espera de ser futuras estrellas de nuestro firmamento. Otros, como Fernando Tejero, tienen tres películas en el Festival. La mayoría de ellos se mostraban simpáticos, relucientes y guapos. La rutina ha sido la misma toda la semana: rueda de prensa, entrevistas personalizadas y un par de copas por la noche en el bar Liceo. Los ha habido más simpáticos que otros. Unos eran elocuentes y otros no, pero todos ellos parecen vivir en una galaxia más próxima a los humanos que las estrellas de Hollywood.

Con algunos ha sido un placer retratarse, con otros ha sido un elogio. No todos los días se puede saludar a Ana Belén (espléndida en el homenaje a Mario Camus), tomar una copa al lado de Elvira Mínguez o estrechar la mano de Rodolfo Sancho. Ahora que el festival ha terminado y casi todos vuelven a Madrid dejan ese brillo y demuestran que, como dijo Silvia Munt en la rueda de prensa, su trabajo sigue cuestionándose en un país poco dado a apreciar su cine. Siguen siendo, en definitiva, los dioses de barro a los que cantaba el cantautor asturiano.


REPORTERO CINÉFAGO

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